Escribe: PEDRO GARCIA GAROZZO
En los primeros minutos de un nuevo día, me acabo de enterar del fallecimiento de Christian Nielsen, justo en vísperas de mi cumpleaños numero 76.
Prometí a mi esposa e hijas celebrar con ellas la vida y por varias horas me sometí a un ayuno de noticias, sin saber que coincidentemente, estaba pasando a mi lado la muerte de un gran amigo.
Se fue y yo no me enteré. No vi, ni escuché ni supe sino hasta hace un momento, en pleno tránsito del 22 al 23 de setiembre, que mientras en forma adelantada yo festejaba, se iba para siempre Christian Nielsen. Lo supe tarde para darle el ultimo adiós. Para expresar el dolor por la partida de alguien que fue más que un colega, un hermano de lucha en el mundo de la comunicación, un compañero de redacciones y de estudios en medios impresos y audiovisuales en los que compartimos y también de las lejanas noches de bohemia, en las que se prolongaban hasta el alba los gratos momentos de fraterna convivencia en la vieja LA TRIBUNA de la calle General Diaz y 15 de Agosto o de escapadas a la única hora que nos permitía el trabajo, bien temprano en las mañanas cruzando en la primera lancha hasta El Mbiguá, dándole un golpe bajo al estrés para empezar la jornada con el necesario relax y cuidar la silueta sumergiéndonos en la entonces aún cristalina y transparente bahía de Asunción, sin contaminación. Disfrutábamos de la sana competencia de quien aguantaba más la respiración debajo del agua y nos reíamos de las distracciones de Tito Frings, las anécdotas inverosímiles y las verdades que enumeraba cada vez que las lanzaba Antonio Oddone o de las tensiones de Zacarias Colmán por no conseguir pese a haber pedido con 24 horas de antelación una comunicación telefónica con Concepción para su sección de futbol de tierra adentro.
Cuando fuimos nuevamente compañeros en 1o. de Marzo, Christian tuvo un gesto que jamás olvidaré. Había llovido mucho en esos días y por efecto de la extremadamente elevada humedad, el empedrado del estacionamiento de la emisora se hundió lo suficiente para dejar atascado a mi escarabajo. Pese a las urgentes actividades que tenia como jefe de prensa del medio, Christian se tiró al piso, se ensució desde la cabeza hasta los pies, sudó lo indecible pero no me abandonó hasta que consiguió sacar el auto. Y cuando al fin pude arrancar y poner en marcha mi batallador autito para volver a casa, le sobró todavía su ancha sonrisa de satisfacción de solidario amigo, con quien compartíamos por otra parte tantos ideales y fuimos prácticamente contemporáneos.
Así como coincidieron tan estrechamente nuestros senderos en aquellos lindos años de fines de los sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, de a poco se fueron abriendo hacia rumbos distintos. Pero la amistad se mantenía solida, firme, cimentada y sustentada igualmente por su querida esposa y excelente compañera y comunicadora Marta con quien compartimos trabajo en Cardinal y la RPC, amén de LA TRIBUNA. Y nos enviábamos por esa vía los saludos que cada vez se volvieron mas lejanos.
Últimamente el puente de estos mensajes fue un hijo de Christian y Marta, con quien coincidimos en muy breve y circunstancial coincidencia en Tigo Sports.
Hoy, la vida nuevamente me remuerde la conciencia en este dia de mi cumpleaños, como en aquel de 1980, cuando mi padre me pidió: “no vayas hoy a trabajar, quedate en casa para celebrar”. Y yo me negué y le dije que él sabía que tenemos que cumplir el deber de comunicadores. En 1981 Papá ya no estaba en esta Tierra. Y yo afrontaba la carga pesada de mi afectada conciencia por no escuchar el pedido de mi progenitor.
Pensando en eso quise celebrar la vida y mis 76 años junto a mis seres más queridos. Pero al hacerlo no me di cuenta que al lado del festejo pasaba inadvertida pero inexorable, la muerte. Y lo más doloroso es que no hay vuelta hacia atrás para corregir. A fuerza de golpes, la vida nos enseña que solo Dios es el dueño de nuestros caminos.
Otra vez queda el reproche sin solución: Por qué de nuevo tropecé con la misma piedra y lo urgente y momentáneo se superpuso a lo importante y eterno?
Hoy ya no puedo darle el mensaje al querido Christian como lo hacía por vía de su esposa o hijo. Pero ahí donde estés, hermano, parafraseando al colega argentino Sebastián Vignolo, le pido al Padre Dios que te transmita este último mensaje: GRAICAS POR TANTO, PERDÓN POR TAN POCO.